VALLENATO: LA HISTORIA MUSICAL DEL CARIBE COLOMBIANO
Ya ha transcurrido más de un siglo desde que en la región norte de Colombia se escucharon los primeros acordes y cantos de estirpe campesina y vaquera, que dieron origen a lo que después se conocería como música vallenata.
Los cantos que interpretaban los agricultores y pastores del Valle de Upar pronto empezaron a expandirse por toda “La Provincia”, que se extiende desde las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta hasta la Ciénaga de Zapatosa y desde los desérticos parajes de la Guajira hasta el valle del río Magdalena.
Con el acordeón al hombro y viajando a lomo de mula los primeros trovadores iban de pueblo en pueblo llevando noticias y mensajes, cantando las crónicas de la región, las historias de amor, las hazañas propias y de otros trovadores en sus singulares desafíos musicales llamados piquerías. Famoso, entre estos últimos, es el duelo de acordeones que sostuvieron el legendario Francisco, el hombre con el Diablo, al que sólo logró derrotar cuando interpretó en su acordeón el credo, con proverbial maestría.
Estos cantos e historias alimentarían el acervo cultural de las gentes de la región, inspirarían la vena poética de muchos escritores y ocuparían un lugar de privilegio en la obra de García Márquez, quien ha considerado que “Cien Años de Soledad” es un vallenato de 420 páginas. Muchos de los personajes garciamarquinos, entre ellos Aureliano Segundo, son ejecutantes de acordeón, cantantes de vallenatos o utilizan a estos trovadores para mandar sus requiebros de amor.
El vallenato ha sido el símbolo por excelencia de “La Provincia” y poco a poco, de la mano de los trabajadores migrantes, se fue dando a conocer en otras regiones de Colombia. Ahora, a partir del auge y la difusión internacional que ha logrado con el conjunto de Carlos Vives, se ha convertido, junto con la cumbia, en el ritmo insignia de este país.
El vallenato clásico distingue cuatro ritmos muy bien caracterizados: sones, puyas, merengues y paseos y su instrumentación combina elementos de viento (acordeón), percusión (caja), acompañamiento (guacharaca) y canto.
Sin embargo, la instrumentación del vallenato ha ido evolucionando lentamente. En la época del protovallenato se empleaban caja, guacharaca y gaita, esta última sería posteriormente reemplazada por el acordeón.
En esta sencilla instrumentación se mezclan elementos étnicos de procedencia indígena la gaita o wani-waiki y la guacharaca, mientras que son europeos el acordeón y la forma de versificar, y africana la percusión.
En el primer tercio del siglo pasado se fueron incorporando los sonidos de la dulzaina y la guitarra y luego, cuando se reemplazó la caja elaborada con piel de animal por cajas de membranas sintéticas, tuvo que adoptarse el bajo, para recuperar los tonos graves que el nuevo material no reproducía.
El punto de ruptura en el uso de instrumentos se produce con Carlos Vives y su conjunto La Provincia, puesto que ellos utilizan una instrumentación sofisticada, que reúne, además de los elementos citados, contrabajos, teclados, batería, timbales y elementos de percusión nativa. Los nuevos cantantes vallenatos han llevado este hermoso ritmo autóctono hasta nuevas fronteras culturales, interpretándolo con orquesta sinfónica; y geográficas, pues en la actualidad en Japón, Taiwán o Australia reciben en apoteósicos conciertos a nuestros juglares.
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